La ideologización del sentido común económico

por Paulo De Léon, CABI

Artículo escrito para El Periódico. Aquí link.

Los primeros cien días de Biden no han estado alejados de múltiples noticias en materia de política económica. No solo fue aprobado un paquete de estímulo fiscal de US$1.9 trillones, sino semanas después anuncia dos más. Uno por infraestructura por US$3 trillones y otro Plan Familiar de US$1.8 trillones. Estos últimos sin ser aprobados en el Congreso ni Senado y tendrán un camino difícil. Pero lo relevante es el mensaje que mandan las huestes de hacedores de política de Biden: queremos un Estado grande y venimos a gastar prácticamente ilimitadamente. 

Evidentemente algo se ha empezado a hablar de la pregunta trascendental: ¿Cómo pagarlo? Se han anunciado que se vienen aumentos de impuestos sobre la renta, sobre la ganancia de capital, a la riqueza o “Wealth Tax”, entre otros. Pero no alcanzará. Aritméticamente es imposible. 

Este año 2021, el Gobierno de EE. UU. tendrá un déficit fiscal del 20 por ciento del PIB. Sí, leyó bien. 20 por ciento del PIB. El más grande de su historia en tiempo de paz y que eleva el endeudamiento del Gobierno de EE. UU. por encima de 130 por ciento del PIB. Los planes anunciados auguran que el déficit fiscal sostenible que rondará en torno a 3 por ciento del PIB no se alcanzará en la administración Biden. 

El temor de analistas, economistas e inversionistas se materializa en un sentido técnico y aritmético que aún con dichos aumentos de impuestos (y sus efectos negativos en la economía) no alcanzará y por ello, es aquí donde entra la ideología: un fantasma recorre los círculos políticos del mundo. La famosa MMT (Modern Monetary Theory) que de manera narrativa dice que estamos ante un nuevo paradigma del mundo económico, donde la economía debe pertenecer a la gente (en eso estoy de acuerdo, un Estado limitado), pero por eso se justifica que no importan los déficits fiscales. El Gobierno puede gastar ilimitadamente y si no lo financia los ahorrantes para eso está la maquinita de imprimir billetes que es el Banco Central o Reserva Federal. 

La Fed ha iniciado la mayor impresión de dinero en la historia del país, medido como el crecimiento anual del M1. Después de la elección de Biden, el dinero en circulación o liquidez ha crecido a 70 por ciento. En otras recesiones, incluso más grandes como la crisis subprime donde estaba en juego el sistema financiero mundial, dicho crecimiento nunca pasó el 20 por ciento. La Fed inyectaba liquidez correctamente para apuntalar el sistema de pagos y una vez se estabilizaba empezaba el retiro de dicho dinero. 

Pero esta vez, una buena parte de esa inyección de dinero, que va a un ritmo de US$120 mil mm al mes es para comprar la deuda de Biden y así financiar su política expansiva, que llamaría populista porque viene cargada de promesas y regalos de dinero (a quien no le gusta que le manden cheques de dinero). 

Para la MMT esto no representa ningún riesgo, pero para los economistas con sentido común, sí hay riesgos. De hecho, ni siquiera hay que intuir qué va a pasar. Ya las ruedas se están moviendo claramente: los precios de materias primas están subiendo dramáticamente y ese exceso de liquidez se va a varios lugares como la bolsa, bienes raíces y también las criptomonedas; todos ellos desafiando la gravedad de los precios altos. La inflación al consumidor final (todo el mundo) es inminente, y se materializará en los siguientes seis o nueve meses a medida que esos costos de materia prima empiezan a pasarse a los consumidores. El resultado será una pérdida de poder adquisitivo y más pobreza. 

Otro evento que ya está pasando es la desconfianza del dólar como activo para guardar valor. El dólar dista de ser una moneda bien manejada por los elementos mencionados. El enorme privilegio que tienen de ser la moneda de reserva de valor del mundo está siendo puesto en tela de duda. Tal es así que, según el COFER del Fondo Monetario Internacional, reporte que mide en qué moneda están las reservas de los países registra que, para los últimos cinco años, el dólar ha pasado de 68 por ciento a 58 por ciento como recipiente de moneda de reserva. Esto a finales del 2020, seguramente los últimos tres meses con estos miedos esta tendencia se acelerará. Hay una corrida contra el dólar evidentemente. 

Nos lleva entonces a plantear la siguiente interrogante. El quetzal está respaldado por el dólar, ya que nuestras reservas están prácticamente cien por ciento en dólar. Si el dólar está perdiendo valor o importancia, también nuestras reservas. ¿Es el momento de plantearnos diversificar nuestras reservas? Mi impresión es que Sí. La diversificación es como dicen algunos, el único almuerzo gratis.

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